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El cultivo en maceta de plantas como la trompeta del juicio, la
margarita de verano o la yuca constituye una de las actividades más atractivas de la jardinería. Sin embargo, los cuidados que requieren este tipo de plantas no siempre son sencillos. Espero informar de manera concisa y clara acerca de las medidas que deben aplicarse para disfrutar de los cultivos en maceta, atendiendo a los nuevos conocimientos y experiencias dentro de este campo.

martes, 6 de enero de 2009

El abonado y el riego

Las plantas de maceta no requieren una composición de nutrientes excepcional Se puede emplear cualquier abono líquido o sólido apto para las plantas de interior o de balcón. Por norma general, basta con una dosis semanal, si nos guiamos por las instrucciones del fabricante. Las «devoradoras de abono» como la trompeta de] juicio o los bananos, asimilan también el abono azul en forma de granulado que se usa en el jardín, si se riega en abundancia después de su administración. Para las plantas sensibles a la cal, entre las cuales se cuentan la gardenia, tas hortensias y otras, habría que recurrir a nutrientes pobres en cal.

A mediados de septiembre como muy tarde se deben espaciar las dosis de abonado para evitar que las plantas «engorden» y se adentren en el invierno con un crecimiento forzado. Por este motivo, los abonos de larga duración son poco apropiados para el cultivo en maceta de plantas exóticas, sobre todo aplicados desde el principio o medio verano y para los de liberación más lenta, ya que es difícil calcular cuándo cesará el fíujo de nutrientes. Asimismo, el empleo exclusivo de abono orgánico (por ejemplo, de estiércol) puede resultar peligroso por riesgo de quemaduras en las raíces de plantas sensibles o por desajustes entre 3a necesidad de la planta y la presencia de nutrientes en el suelo. La exigua vida de la rierra transforma con extrema lentitud estos materiales en nutrientes absorbibles, de manera que las plantas sufren de forma latente por la carencia de nutrientes, lo cual en las grandes consumidoras como las solanáceas se traduce en una reducción de la vegetación. No tenemos nada en contra de la mezcla adicional de unos puñados de raspadura de cuerno (preparado rico en fósforo y potasio) en el momento de plantar o trasplantar, pero es mejor renunciar al abono propio de jardín para las plantas de maceta, ya que nunca se puede excluir del todo la transmisión de organismos perjudiciales para la planta. En el jardín, la mayoría de las veces no se aprecian porque las robustas plantas que crecen libremente en el suelo apenas se ven afectadas, mientras que en la maceta las consecuencias pueden ser verdaderamente desastrosas, y puede suceder que cuando se encuentre la raíz del mal, la planta exótica haya pasado ya a mejor vida.

Muchas plantas de maceta están acostumbradas a soportar largos periodos de sequía en su tierra de origen. No obstante, esto no significa que debamos pedirles lo mismo cuando están en un recipiente, ya que no tienen la posibilidad de absorber con las raíces el agua necesaria de las capas profundas del suelo, sino que están limitadas a lo que encuentren en la tierra de la maceta: de ahí que el suelo deba mantenerse siempre ligeramente húmedo. Además, las necesidades de agua son muy variables según la planta; podrá tomar nota más exactamente de las indicaciones para su cuidado en el capítulo «Plantas de maceta de la A a la Z», donde se especifican las exigencias de cada planta.

Cabe citar aquí en primer lugar dos causas por las que el riego resulte dañino. Ambas afectan por igual a todas las plantas de maceta, a saber, el empleo de un agua demasiado dura, o sea, con un alto contenido en cal, y el exceso de agua. Sin embargo, salvo algunas excepciones como el Callistemcm, el Eucalyptus y los cítricos, casi todas las plantas de maceta se contentan con agua corriente dura. La calcificación puede originarse y sobrevenir cuando el agua es extremamente dura, el recipiente muy estrecho y la tierra muy compacta, de manera que, al cabo de cierto tiempo, el índice de cal deja de ser tolerable para la planta. En este caso, algunos oli-goelementos imprescindibles para el ciclo vital se quedan adheridos al suelo por el exceso de cal y no pueden ser absorbidos por las raíces. De ahí que siempre sea más seguro emplear agua de lluvia. Si no dispone de ella, puede ablandar el agua de riego con un saquito de turba, sumergido durante un tiempo en el agua de riego, con lo que ésta tenderá a acidificarse.

También sirve de ayuda dejar reposar la regadera veinticuatro horas para que una parte de la cal se precipite en el suelo.
El riego demasiado frecuente es la segunda causa de que una planta resulte daíiada, pero esto puede evitarse fácilmente, No debemos olvidar que, por norma general, las plantas toleran mejor la sequía que el encharcamiento, Si en alguna ocasión las plantas permanecen mucho tiempo sin agua, éstas muestran su carencia a través de una paulatina marchitez y posterior caída de las hojas, pero si el descuido se repara con rapidez y copiosamente, los efecros de la falta de agua se superan pronto. En el caso de la trompeta del juicio, por ejemplo, hay que aceptar que las flores una vez. mustias se caigan y que algunas hojas amarilleen, pues se trata de una circunstancia natural y pasajera.

El efecto de un encharcamiento es mucho más tenaz, La falta de oxígeno provoca que las raíces empiecen a pudrirse, impidiendo la absorción de agua y de nutrientes. El cuadro sintomático es parecido al producido por la sequía: la planta se marchita, aunque los daños se manifiestan de una forma distinta a los que se producen por la falta de riego, ya que la marchitez es general, afecta tanto a las hojas nuevas como a las viejas y la mayoría de las veces no existe solución. Conseguir que se regenere secándola por partes es tan sólo cosa de suerte. Cuando el recipiente posee un orificio de drenaje en la base y la tierra es porosa, este tipo de errores de riego son muy poco frecuentes en verano. Sólo hay que prestar un cuidado especial si introducimos la maceta en un macetero. En este caso, se recomienda controlar el recipiente después del riego y retirar el agua sobrante.

Durante el periodo de descanso invernal el asunto del riego es más complicado. En un invernadero que no esté suficientemente iluminado, el riesgo de putrefacción suele suele ser muy alto y precisamente aquí es donde las esporas de los hongos, portadores de enfermedades, yacen latentes. En los arbustos de hoja cadum, cuya vegetación se interrumpe en estos meses, lo más adecuado es mantener el suelo bgeramente húmedo.

El ceibo o cresta de gallo {Erytbrina crista-galli) constituye una de las pocas excepciones, ya que su periodo de descanso vegetativo tiene lugar a la salida del invierno. Las plantas situadas en un lugar luminoso y caldeado evidentemente deben regarse más, dado que su proceso vital continúa, aunque sea más lento, Esto vale también para todas las plantas perennes.
Para aquellas que se decida mantener al exterior, será necesario disminuir la frecuencia e intensidad de los riegos en relación a los factores meteorológicos y al estado vegetativo de la propia planta.

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