Adelfa

Si se piensa en plantas para maceta, las adelfas deberían situarse en primer lugar, dado que se cultivan desde la Edad Media. La multiplicidad de variedades existentes es gigantesca, sobre todo en los países al sur de los Alpes, y no es abarcable para los profanos. La persona que se provea de un ejemplar de esta apocinácea debe confiar necesariamente en los datos de los catálogos o en las descripciones de la floristería. En plantas sanas, una buena variedad puede presentar agrupadas hasta 80 flores en grandes racimos en corimbo —de tonos blancos, amarillos, rosas, salmón o rojas— simples, semídobles o completamente dobles. A menudo despiden un fuerte aroma cuya intensidad depende de la variedad.

Pero precisamente con la apreciada adelfa los aficionados a las plantas sufren muchos traspiés, de manera que después de varios fracasos desisten de hacer nuevos intentos. La culpa de esto la tienen dos típicas enfermedades de esta planta, originadas por un hongo y una bacteria que provn-can el temido cáncer de adelfa. Mientras el hongo —que se reconoce por el color marrón de las flores— puede ser combatido con un fungicida, contra la bacteria nada se puede hacer, salvo intentar frenar el ataque cortando los vastagos enfermos, pero lograrlo es sólo una cuestión de suerte. En la mayoría de los casos hay que deshacerse de la planta.

En los países de la zona mediterránea, su lugar de origen, las adelfas crecen sin problemas allí donde las raíces encuentran suficiente humedad a pesar del calor abrasador. Así, por ejemplo suelen darse en la cercanía de la corriente de un río o un arroyo. Por ello, en verano también se recomienda dejar siempre un poco de agua en el platillo. Las lluvias ocasionales no satisfacen por completo esta necesidad y la única consecuencia es que las flores resultan dañadas.
Otro inconveniente de la adelfa es la toxicidad de todas las partes de la planta en su conjunto. De hecho, todos los órganos de la adelfa contienen glucósido de oleandrina. El envenenamiento empieza con náuseas y dolores de cabeza. Pueden prolongarse durante horas diarreas y trastornos de arritmia cardiaca. Una creciente insuficiencia coronaria puede conducir finalmente a una parálisis cardiaca y con ello a la muerte. Debe evitarse que el jugo lechoso de la planta caiga sobre una herida y vaya a parar directamente a la sangre.

Esta toxicidad puede ser muy peligrosa especialmente para los niños, si se meten las hojas o las flores en la boca. Pero también los adultos deberían ser muy cuidadosos y sobre todo después de la poda tener la precaución de que el rugo no caiga en heridas, en los ojos o en la boca. Lávese siempre las manos al terminar el trabajo.

Aunque la adelfa tolera la poda, es conveniente que los viejos ejemplares conserven su aspecto frondoso y retirar sólo las ramas envejecidas o muy largas a ras de la base, para que posteriormente pueda desarrollarse un nuevo brote lleno de flores. Tampoco es necesario trasplantar las plantas adultas cada año. Lo mejor es reducir el cepellón en la primavera como se hace en la Datura con un cuchillo, para eliminar la capa exterior. El espacio ganado en la maceta se rellena con tierra fresca, que contenga abundante raspadura de cuerno.

Emplazamiento: completamente soleado y cálido, cu un muro orientado al sur: a ser posible protegido de aguaceros.
Riego: en verano muy abundantemente, si el calor se prolonga es necesario que haya agua en el platillo; sólo emplear agua sin cal y a temperatura ambiente,
Abono: hasta finales de agosto, cada semana.
Alojamiento invernal: luminoso y ventilado, entre los 4 y 8 CC: un lugar oscuro trae como consecuencias ataques de parásitos y enfermedades, e induce a errores de riego.
Multiplicación: en la primavera y el verano, por cabezas de esquejes que se colocan en un vaso con agua: el enraizamiento puede durar varías semanas dependiendo de la variedad.